Muy de costumbre escuchamos hablar de competencias en las empresas, y porque no especificar más acerca del comportamiento esperado en un cargo, con el fin de alcanzar éxito (personal e institucional); de acuerdo con un perfil y funciones específicas que servirán, para establecer el parangón o comparación entre conducta realizada y la que exige el cargo. Pero apenas hago esta introducción para referir varios autores acerca de competencias y sus evaluaciones como por ejemplo: Claude Levy-Leboyer o Martha Alicia Alles, por mencionar personas conocidas en estos vericuetos de las mediciones en Europa y América.

No obstante de lo que voy a mencionar en este artículo, producto de largos años de investigación es sobre el título. Arranquemos con unos interrogantes bastante complejos acerca del comportamiento en sociedad, es decir en la ciudad; como sustantivamente se llamaba civismo! (definido como comportamiento correcto de la sociedad). He aquí que nos asombramos al descubrir, si éste no está dirigido y orientado hacia el prójimo? mal haría en llamarse civismo. Desde dónde inicia la actitud de puertas para afuera ?(salir del hogar hacia la calle), para hacer parte de un colectivo, donde manifestamos jocosamente: “aquí estamos juntos pero no revueltos”.

En fin estamos revueltos ¿sí o no? hacemos parte de un barrio, de una ciudad, de un país, sí o no? aquí las respuestas aflorarían como mirando un calidoscopio, desde las aristas que las queramos ver, mirar y observar (local o global). Propongo al lector seguir acompañándome pero ojalá no con un propósito curioso de novelería, sino más bien como alguien en quien puede recaer una determinación, para ser cada día ese mejor ciudadano que reclaman las ciudades y las gentes que habitamos en ellas, no necesariamente residentes, pueden ser extranjeros pero al fin y al cabo seres humanos. Bajo este punto de partida nos queda una decisión: me propongo ser mejor ciudadano cada día? sería una pregunta de examen de conciencia, al caer la noche para repasar cómo nos fue en la calle? La respuesta está dentro de cada uno de nosotros, puesto que antaño Aristóteles, ya había mencionado la virtud como punto medio. es decir: ni muy, muy, ni tan, tan…. lo que en palabras castizas sería no molestar al otro, que es un plano bastante adelantado en el respeto. Esta virtud, es una de los ejes centrales para la convivencia pacífica, toda vez que “mi derecho llega hasta donde empieza el de mi hermano”. Volvemos a preguntarnos: somos rabiosos con lo que está a mi alrededor? y porqué? entonces nos regresaríamos a la niñez, a la crianza, pero sin dejar de lado que llevamos genética contentiva de rasgos, intrínsecos al temperamento, que forman una amalgama de expresiones expuestas en la “civitas”.

Es común escuchar en las barras una cantinela: “se vive, se siente, xxx está presente”. Con cuanta lógica juzgamos a las gentes por su comportamiento y los etiquetamos con cinismo a veces, como nos ocurría a los colombianos cuando llegábamos a los controles migratorios en cualquier país, y teníamos que soportar largos momentos de requisa, interrogatorio, escozor y altas dosis de paciencia a la vez, todo debido a ese verbo tan conjugado el cual consiste en juzgar. Pero lleguemos al meollo del asunto: cuántas competencias necesitamos para llegar a ser buenos ciudadanos? Qué perfil necesitan las ciudades, para rebajar índices de agresividad reflejados en cifras estadísticas que recopilan observatorios de violencia, del delito o de criminalidad? La respuesta es sencilla! respeto, todo radica en el respeto, como hábito operativo bueno que se pretende practicar dentro y fuera del hogar, dentro y fuera de las empresas, dentro y fuero de uno mismo! sí a veces atentamos contra la corporeidad, ese volumen de alguna duración que nos facilita la calidad de vida, sin saber con certeza hasta donde nos acompañará pero de lo que se trata en últimas es de identificar el pacifismo que debemos poner a la orden de día, como norma de conducta ante cualquier situación o circunstancia. Queremos ser unos buenos ciudadanos con el prójimo? cuántas competencias sociales debemos introducir en la currícula, para enseñar y hacer práctica unas conductas necesarias para la convivencia pacífica? creo que debemos repasar más a menudo lo que alguna vez se llamó en pensum de primaria: Urbanidad y civismo.

Queremos que se nos midan competencias para desarrollo personal y empresarial, pero y quien nos mide las competencias en la ciudad? La respuesta podría ser: las autoridades y si porqué mejor no asumir un autocontrol? sería mucho mas económico para los exiguos presupuestos estatales, departamentales y municipales, en el control de la convivencia. Para finalizar sería bueno dejar bastante claro, que el hombre solo puede desarrollarse en sociedad, en sociabilidad, puesto que allí deja su vida, sus comportamientos, sus hábitos, sus conocimientos, sus enseñanzas, sus retoños, su herencia y sus recuerdos. Ahora y desde hace unas décadas se usan observatorios para comparar cifras y ellas arrojan márgenes en donde se trata de fotografiar la convivencia y llegar a combatir el egoísmo con el servicio a los demás, es decir ocuparnos más del necesitado que de nosotros mismos, puesto que la vida social engrandece al hombre y siembra una cultura digna de trascendencia, para mejorar a quienes hacemos parte las distintas mallas sociales que habitamos en este planeta.

Elaborado por Pedro Fernando Yáñez Mosquera, febrero 6 de 2018.