En ocasiones nos preguntamos: ¿Éste quién se está creyendo? para referirnos a la ausencia de conciencia en la labor que no solamente debemos hacer, sino que tenemos que hacer, o ver realizada en quien encarna una autoridad del estado, que por extensión se debe cumplir con delicada responsabilidad. Sobre el anterior preámbulo, para referirnos a la capacidad de poner toda una carga potencial de voluntad, intelecto, emociones, sentimientos, afectos, formación, para dejar como causa final el servicio a los habitantes o residentes de un país, llámese, como se llame! sea del partido que sea!, que difícil ha venido resultando desprender de nuestra profunda personalidad y sus comportamientos, los quereres, por encima de las obligaciones, como si fuera una mera elección de momento.
Allí encontramos que las cifras (tanto en criminalidad y prevención), esquivas en ocasiones para quienes tienen la penosa tarea de recolectar la información y valoramos lo que se ha realizado hasta el momento, pero lo importante es señalar que sobre esa base en múltiples ocasiones se planea, qué decir cuando en ese ejercicio se considera el todo en vez de estimar un porcentaje de error y oculto a la vez lo no estimado? En la óptica normal, lo vemos a diario cuando nos presentan gráficas similares para detectar errores, o cuadros en los que virtualmente se ven formas que al detalle nos desembocan en otras figuras distintas a lo que realmente aprecia el ojo humano.
Que ejemplo mas sencillo para decir que nos equivocamos y que nuestros sentidos no alcanzan a comprender un todo por más que ese sea el deseo de abarcarlo; en fin lo que se ha tratado de decir con estos renglones, es que a veces los rasgos definidos de una personalidad dejan comportamientos tan visibles, que ellos mismos acusan nuestras actuaciones y así como en el ejercicio del cuadro al que me refiero, al parecer en tercera dimensión oculta imágenes no tan apreciables, pero que ahí están, o al menos aparentan estar a merced del público que las vea. Recordemos una frase manida: “el mejor juez del superior, es el subalterno”, para indicar que quienes están a nuestro derredor, miran, ven, observan, oyen, escuchan y atienden en su sentido común lo que sucede en la realidad, así por muy servil que sea el inferior, siempre en su sano criterio interior, sabe que está bien y que no tan bien.
En el servicio público, sí que es notorio el mal servicio, puesto que como su esencia lo dice: “público” a los ojos de todos, el deber es del estado, tiene que ver con la responsabilidad del estado sobre sus súbditos”, etc. Así como se percibe de inmediato el excelente servicio, alejado de cualquier animosidad, interés individual, afán de protagonismo, sin esperar recompensa como rezan muchos códigos de ética profesional, que vienen a formar los adjetivos calificativos del sustantivo en la palabra servicio, relacionados con la obligación y deber si es a cargo del estado, de mantener una estabilidad, armonía, tranquilidad, para con la sociedad y sociabilidad en gran sentido de altruismo deberíamos inculcar, en este gran principio como base inmutable del servicio a cargo del estado.
Entonces nos asaltan interrogantes: cuándo el servidor público, queda sin control? cuándo se llena de soberbia, onnubila, enceguece y embrutece gracias al poder? de allí se podría esperar cualquier holocausto y la historia nos lo recuerda. Para mantener bajo control el poder recibido y su apetito, debe existir una actitud y una línea a seguir, que nos recuerde “la gloria es efímera”, porque les sucedía a los generales romanos llegando triunfantes a Roma y el pueblo enardecido en ocasiones susurraba esa cantinela; para indicar que no se sirve por propia gloria, toda vez que quien es grande, lo es porque tiene a quien mandar y a quien o quienes servir, a cargo de un estado que lo sostiene! hablando de servicio público por supuesto, luego es obligante e imperativo que a diario, desde el primer empleado hasta el último recién nombrado tenga presente, qué se hace el bien, como deber y cómo derecho.
Lo contrario sería ayudar lentamente a la destrucción del servicio y degeneramiento del hombre y razón de existir, por cuanto, que fin tendríamos en nuestro paso por este mundo si no es servir? y servir (obrando el bien), es construir nos guste sí o no. Para finalizar busquemos cada uno de nosotros la manera de mantener sincronizados los sentimientos, emociones y afectos, para que ellos no sean nuestra causa fallida en uso del ejercicio público del poder.